Después de 25 años, reabrió sus puertas al público la mítica Confitería del Molino.
Se trata de la Confitería emblemática del Molino, ubicada en la esquina de las avenidas Callao y Rivadavia, que había cerrado sus puertas hace 25 años.
La misma abrió sus puertas por primera vez el 28 de febrero de 1905, y cerrado hace 25 años. Sin embargo, así como se la conoce en la actualidad con su molino, gracias al arquitecto italiano Francesco Terenzio Gianotti, se inauguró el 9 de julio de 1916, para el Centenario de la Independencia.
La buena noticia, es que desde el pasado viernes la confitería del Molino, que se encuentra en Avenida Rivadavia y Callao, volvió a abrir sus puertas para el público. Así fue como finalmente se llenó de gente, que buscaban conocer y otro volver a recorrer, el reconocido edificio de la confitería Del Molino.
Según fuentes de la confitería, la misma había tenido que cerrar sus puertas en 1997, cuando se esperaba que fuera demolido. Afortunadamente se logró rescatar, gracias a la ley de Patrimonio Histórico Nacional. Ya en 2014, se logró dictar la Ley 27.009, impulsada por el senador Samuel Cabanchik, que declaró al inmueble “de utilidad pública y sujeto a expropiación por su valor histórico y cultural”. Desde ese momento dio inicio a la restauración y puesta en valor del edificio, a cargo la oficina de Patrimonio Cultural del Congreso de la Nación y la Comisión Administradora Edificio del Molino.
Mónica Capano, asesora de Patrimonio inmaterial de la Comisión Administradora del Edificio Del Molino, recordó que “Cuando Brenna y Rossi inician su negocio, aún no existía la Plaza del Congreso. Era una zona de molinos harineros, y el nombre fue elegido para homenajear al de Lorea, el más importante de la zona. Era una zona de inmigrantes genoveses, muchos de ellos panaderos”.
Y agregó que “Brenna, en cambio, era de Lodi, cerca de Milán y sus habilidades eran de repostero. Cuando se mudó a Callao y Rivadavia en 1905, Rossi ya había muerto”.
Por su pate, Sandra Guillermo, que es arqueóloga remarcó que “lo novedoso esta vez es que sacamos a la luz numerosos objetos que hallamos en el edificio y otros que nos donaron. Los recuperamos, los restauramos y ahora están en condiciones de mostrar al público. Por ejemplo, el montacarga que pusimos en funcionamiento: ahí subían los platos desde el primer subsuelo donde estaba la cocina, para evitar una larga caminata. También hay una serie de ocho uniformes de distintos momentos, de verano e invierno, de una señora que trabajó acá y los donó”.
“Acá por ley tiene que funcionar un museo del sitio y un centro cultural, que se llamará ‘Las Aspas’. Se concesionará la confitería, que por Ley deberá tener un menú moderno y uno histórico. Nosotros recuperamos menúes de distintas épocas, y alguien podrá sentarse acá y comer un Imperial Ruso, un postre de Brenna, o algo más moderno”, explicó Sandra Guillermo.